Es simplemente una palabra de dos letras, pero muchas veces, es la que nos coloca un muro que se interpone entre nosotros y las metas que deseamos alcanzar.
Desde niños estamos condicionados a contener nuestras acciones al momento de escuchar un “no”. Nuestros padres y maestros nos decían “no”, y si éramos unos chicos obedientes, automáticamente dejábamos de hacer lo que estábamos haciendo. Durante años de aprender y mantener esta conducta, nos fuimos acostumbrando a reprimir nuestras acciones y a coartar momentos de creatividad, de libertad, de expresión de deseos, de emociones, de tener el derecho a ser nosotros mismos. Aunque quiero dejar en claro, que algunos “no” formaban parte de nuestro proceso de formación y creación de valores, lamentablemente, muchos otros eran simplemente porque no iban de acuerdo a ciertos patrones, o porque interferíamos el espacio o la comodidad de otros, o porque así habían sido educados nuestros padres y maestros por sus padres y maestros.
Qué pasa con los “no” en nuestra vida adulta..?? Pues que resultan ser un eficaz medio de castración (aunque pueda sonar un poco dura esa expresión) a nuestro desarrollo como individuos. Cuando de jóvenes salimos a la calle a buscar nuestro primer trabajo (muchas veces con más ilusiones y entusiasmo que con conocimientos), comenzamos a recibir esos “no” y a ver cómo se cierran las puertas en nuestras narices. En esos momentos, si nuestra fuerza interior no sabe sobreponerse a esos rechazos, nuestra confianza comienza a menguar.
Llega el día en que nos decidimos a hacer algo diferente: nos vamos a casar, a comprar un apartamento, a cambiar de trabajo, a mudarnos de ciudad o país, a invertir en algo que nos parece atractivo. Y nuevamente comienzan a aflorar los “no”, y muchas veces de quienes menos los esperábamos. Ante estos aluviones de negatividad, probablemente lleguemos a pensar que los demás tienen la razón, entonces nos autoconvencemos con sus negaciones y comenzamos a caminar por la vía de los comunes. Al pensar en esto, me vienen a la mente las imágenes del tema “Another brick in the wall” de la película “The Wall” de Pink Floyd, donde se puede ver cómo el sistema aliena(1) a los individuos, hasta quitarles su capacidad de pensar y actuar de manera libre.
Y luego nos encontramos parados en el medio de nuestra vida (pido permiso a Serú Girán para tomar esa frase), pensando en qué hubiésemos podido hacer o a dónde podríamos haber llegado de no haberle dado tanta importancia y respetado esos “no”.
Ahora nos toca ponernos a pensar en cuántas veces cometimos ese mismo error con nuestros hijos. Afortunadamente, aún nos queda tiempo para orientarlos y ayudarlos a erradicar el conformismo del “no” y los miedos que esos “no” generan en el “yo” más interno. Tenemos que enseñarlos a dar un paso al costado y salir de la fila que camina de manera automática, mirando en un solo sentido.
Existen alternativas diferentes, las cuales se comienzan a conocer desde el momento en que aprendemos a esquivar los “no”. Hay que afrontar la realidad. La mayoría de la gente nos ve como un adversario, que no desean lo mejor para ti porque quieren lo mejor para ellos. Y con esos “no”, su propósito es colocarte barreras para que no puedas tener éxito.
No hay que permitir que los “no” triunfen. Hay que aprender a convertir los “no” en “si”.
No hay que permitir de nada ni nadie te detenga. Sólo tú tienes el poder de llegar o no hasta la meta que te propongas.
(1)alienar
1. Quitar o causar la pérdida de la personalidad, la identidad o las ideas propias de una persona o de un colectivo.
2. Alterar la razón y los sentidos temporal o permanentemente.
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